El acceso al financiamiento para las MYPE ha crecido de forma significativa en los últimos años. Hoy, abrir una cuenta, solicitar un préstamo o recibir fondos de manera digital es más fácil que nunca. Sin embargo, ese avance trae consigo un riesgo que preocupa tanto a las instituciones como a los microempresarios: el sobreendeudamiento. Para Erick Morán, Director Comercial de Banco Integral, el primer banco especializado en la MYPE en El Salvador, el verdadero desafío no es otorgar crédito, sino garantizar que este no termine comprometiendo el futuro de los negocios.
Más opciones, pero también más riesgos
Morán explica que el ecosistema financiero actual es más amplio y variado que nunca. Conviven bancos, cooperativas, financieras no reguladas, prestamistas tradicionales y plataformas que ofrecen desembolsos casi inmediatos. Esta diversidad, aunque positiva, también aumenta la probabilidad de que muchos empresarios accedan a crédito sin un análisis adecuado.
Para el gerente, el problema empieza cuando la velocidad supera la evaluación. Algunas entidades priorizan entregar el dinero rápido, pero sin verificar en profundidad la capacidad real de pago del solicitante. Cuando eso ocurre, el microempresario asume compromisos que su negocio no puede sostener en el mediano plazo.
“Cuando el mercado ofrece crédito sin filtros suficientes, el empresario queda expuesto a cuotas que superan su flujo de caja”, señala Morán.

Erick Morán
Director Comercial de Banco Integral
El contexto empresarial: márgenes más ajustados
A la oferta abundante de financiamiento se suma un entorno económico cada vez más competitivo. Morán destaca que, en muchas comunidades, donde antes existía un solo negocio, ahora operan varios tratando de captar a los mismos clientes. De hecho, el aumento de la competencia se mantiene como el principal reto para las MYPE: el 45% de los empresarios encuestados por el Observatorio MYPE en el tercer trimestre de 2025 lo señaló así. Esa competencia obliga a invertir más en diferenciación, promociones, inventario o servicio, lo cual incrementa costos.
Los gastos también han aumentado por factores como ajustes salariales, precios más altos de insumos y tarifas de servicios. Cuando todo sube excepto las ventas, el margen se reduce. Y cuando el margen se reduce, la capacidad para pagar préstamos también lo hace.
“Muchos microempresarios no dimensionan cuánto dinero les queda realmente libre al mes. Ahí es donde inicia el riesgo”, afirma.
El sobreendeudamiento no nace de un solo crédito
Aquí entra la segunda cara del problema: las decisiones individuales que nacen de la urgencia. Para Morán, el problema rara vez empieza con un único préstamo. Lo que suele ocurrir es que el microempresario va acumulando créditos de diferentes fuentes: uno para inventario, uno para una emergencia familiar, otro para capital de trabajo y así sucesivamente. El resultado son múltiples cuotas que vencen en fechas distintas, difíciles de administrar sin un flujo estable.
El riesgo aumenta cuando el dinero que se presta no se usa para generar ingresos, sino para cubrir gastos personales o pagar otras deudas. En esos casos, el empresario comienza cada mes dependiendo de que “las ventas mejoren”, pero sin una estrategia que sustente esa esperanza.
“El empresario paga para llegar vivo al siguiente mes, pero sin un plan claro de cómo mejorar”, advierte el gerente.
Por qué algunos salen del sistema formal
Las emergencias —enfermedad, caída de ventas, accidentes, compromisos familiares— suelen ser el punto de quiebre. Cuando el negocio necesita dinero con urgencia, algunos empresarios sienten que el sistema formal es “demasiado lento”. Esta percepción los empuja a acudir a prestamistas informales que les entregan dinero de inmediato, pero bajo condiciones extremadamente agresivas.
Morán describe las tasas impuestas por estos prestamistas como impagables, especialmente para negocios pequeños o de subsistencia. El empresario termina atrapado en un ciclo donde paga solo para no atrasarse y solicita nuevos préstamos para cubrir cuotas anteriores.
“La cuota se come la ganancia. Ningún negocio puede sostener condiciones así”, enfatiza.
El crédito no es el villano: la clave está en el criterio
Aunque advierte sobre los riesgos, Morán es claro: el crédito bien utilizado es una herramienta poderosa. Permite invertir, crecer, estabilizar operaciones y generar empleo. El problema no es el financiamiento, sino la falta de evaluación y de control y un entorno regulatorio que impida el sobreendeudamiento.
Para Morán, la responsabilidad es compartida: las instituciones deben mantener análisis rigurosos que protejan al cliente, mientras que los empresarios necesitan conocer sus números antes de comprometerse con cualquier deuda. “Un préstamo bien colocado puede transformar un negocio. Uno mal colocado puede destruirlo”.
Acompañamiento: el diferenciador que cambia el rumbo
Desde la experiencia del Banco Integral, Morán observa que los empresarios con mejores resultados financieros son los que reciben acompañamiento. El apoyo técnico les ayuda a separar finanzas personales del negocio, medir su margen real, planificar compras y entender su capacidad de pago.
“La educación financiera hace la diferencia. Cuando el empresario entiende su operación, el crédito se vuelve motor, no obstáculo”
El acceso al crédito seguirá creciendo. Pero para que sea realmente una oportunidad, debe usarse con información y claridad. El microempresario necesita saber cuánto puede pagar y para qué debe endeudarse. Como resume Morán: “El riesgo no está en acceder al crédito; está en hacerlo sin conocer el los límites de negocio”.