La brecha entre soñar y concretar
Las investigaciones del Observatorio MYPE permiten cuantificar esta realidad que muchos empresarios experimentan día a día. Entre 2021 y 2025 se ha observado una distancia constante entre lo que las MYPES esperan lograr y lo que efectivamente alcanzan. A esa diferencia se le denomina brecha por exceso de optimismo o déficit de concreción.
En el tercer trimestre de 2025, el indicador de expectativas llegó a 55.8%, mostrando un fuerte optimismo sobre el futuro, mientras que la situación actual se evaluó en solo 29.8%. La brecha de 26% evidencia que, pese a los retos del día a día, las MYPE confían en que los próximos meses serán mejores.
Muchas metas tardan más en alcanzarse, se ajustan con el tiempo o se redefinen a medida que el negocio crece. Y esto no debe leerse como un fracaso, sino como una etapa natural del aprendizaje empresarial.
Este dato no cuestiona la capacidad del empresario; más bien confirma algo propio del espíritu emprendedor: las MYPES sueñan en grande, porque su vocación es crecer.
Juan Carlos Martínez lo vivió en carne propia cuando hace once años fundó su empresa de ropa deportiva. Empezó en su casa, en un cuarto tan pequeño que solo alcanzaba para tres máquinas. Su objetivo inicial era sencillo: asegurar el sustento de su familia. “Yo soñaba con llegar a tener un carrito y con llegar a tener mi casa”, recuerda. Son metas que comparten miles de emprendedores y que suelen marcar el punto de partida de negocios que, con el tiempo, se convierten en una fuente estable de ingresos y empleo.
Crecer sin estructura: voluntad que no basta
Convertir esa visión en resultados sostenibles requiere mucho más que esfuerzo y buena voluntad: hace falta estructura, métodos de gestión y acompañamiento técnico. El Observatorio identifica varios factores que explican por qué ese desfase entre expectativas y realidad puede mantenerse en el tiempo. Uno de ellos es el nivel educativo: más de la mitad (55.2%) ha cursado hasta noveno grado. Esto significa que una parte importante ha construido su negocio desde la experiencia y el esfuerzo, pero con acceso limitado a herramientas técnicas para planificar, medir y organizar procesos.
Juan Carlos lo admite con honestidad: «comencé sin conocer absolutamente nada». Aun así, aprendió sobre la marcha y el negocio fue creciendo. Dos años más tarde, ya trabajaban cinco personas con él. Pero ese crecimiento venía acompañado de desorden. Todos los pedidos pasaban por sus manos, lo que frenaba el ritmo del negocio. Esa es una de las razones por las que muchas MYPES trabajan mucho, pero avanzan poco: la voluntad está, pero los procesos todavía no se han construido.
Resistir en contextos adversos
Otro desafío que explica la persistencia de la brecha es la informalidad: el 76% de micro y pequeñas empresas opera en esa condición, lo cual dificulta el acceso a financiamiento, formación especializada y asesoría.
A esa realidad operativa se sumaba el entorno hostil de la delincuencia. Juan Carlos era extorsionado en su taller y en una tienda que abrió en el centro de San Salvador. La presión lo llevó a cerrar esa sala de ventas. Aun así, se mantuvo en pie. Esa capacidad de resistencia volvería a ponerse a prueba durante la pandemia: mientras muchos negocios se paralizaban, Juan Carlos comenzó a fabricar mascarillas en grandes cantidades. Este giro le permitió fortalecer el negocio. «Quizás fue nuestro mejor tiempo», cuenta.
La formación como punto de quiebre
Sin embargo, la experiencia de la Escuela LID señala que la adaptabilidad por sí sola no basta para cerrar la brecha. Lo que realmente transforma la trayectoria de una MYPE es la formación práctica y el acompañamiento cercano.
Superados aquellos años difíciles, Juan Carlos fue invitado al MBA 1 de la Escuela LID a través del Banco Integral, y reconoce que esto fue un punto de quiebre. «Yo no conocía leyes, procesos, ordenamiento; lo hacía de forma empírica, resolviendo sobre la marcha». En el MBA encontró estructura para lo que antes resolvía con intuición.
La idea que hoy guía su crecimiento la resume así: «primero ordena tu casa y luego trata de avanzar». Esa frase explica por qué la formación empresarial es tan determinante: no solo aporta conocimientos, sino que cambia la forma de pensar y de decidir. Cuando una MYPE ordena su casa, mejora la forma de trabajar, se reducen los errores, el equipo se estabiliza y las metas dejan de ser promesas para convertirse en resultados.
De soñar a planificar: metas más claras y reales
«Mis metas ahora son más claras y más reales», afirma Juan Carlos. Ya no se trata solo de crecer por crecer, sino de crecer con eficiencia: consolidar una marca reconocida, prepararse continuamente y proyectarse como importador. Es decir, pasó de soñar a planificar, y de planificar a construir. Eso es exactamente lo que significa cerrar la brecha por exceso de optimismo o déficit de concreción: alinear la visión con la realidad operativa.
Tres rutas para cerrar la brecha
¿Qué pueden hacer otras MYPES que identifican esta brecha en su propio negocio? La experiencia de Juan Carlos muestra tres rutas concretas. Primero, buscar formación empresarial práctica. Segundo, poner en orden la casa: una empresa desorganizada que crece solo multiplica sus problemas. Tercero, aprovechar los programas de acompañamiento que ofrecen las instituciones financieras, los gremios y las organizaciones de desarrollo empresarial.
Para quienes hoy enfrentan dificultades, el mensaje de Juan Carlos es claro: no se trata solo de “echarle ganas”, sino de fijar metas concretas y prepararse mejor cada día. “Sigan adelante con sus sueños, propónganse metas y prepárense todo lo que puedan”, recomienda. Su propia trayectoria lo demuestra: con disciplina y apoyo adecuado, sí es posible avanzar.