Fotografía: María Contreras
Son las 5:30 de la mañana y los primeros rayos del sol apenas comienzan a asomarse por las ventanas de la casa de María Contreras, en Guazapa. Pero ella ni siquiera se ha percatado de ese detalle: prepara a toda prisa el desayuno de sus dos hijos antes de llevarlos a la escuela.
A esa misma hora, Arlen López también está iniciando su día en una colonia del oriente de San Salvador, preparando a su hija para ir al colegio. Estas dos mujeres no se conocen, pero tienen muchas cosas en común: ambas son madres solteras y empresarias MYPE que luchan cada día para equilibrar sus horas entre el trabajo y el hogar.
María es propietaria de un modesto negocio de venta de ropa y fruta en su casa. Una vez que deja a sus hijos en la escuela, pasa la mañana con las tareas del hogar y después de almorzar sale a visitar vecinos y clientes para vender sus productos.
Esta escena, tan cotidiana como invisible, refleja la realidad de miles de mujeres salvadoreñas que sostienen micro y pequeñas empresas mientras cargan, además, con la mayor parte del trabajo de cuidado.
Según datos del informe “El Estado de la MYPE 2025 la otra cara de la economía” del Observatorio MYPE de FUSAI, las empresarias como María y Arlen dedican en promedio cinco horas diarias al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, el doble de lo que dedican los hombres.
Trabajo no renumerado en 30 días
Si valuamos en $2.30 la hora el trabajo doméstico –tomando como referencia el salario mínimo del sector comercio, $408.80 mensuales–, las cinco horas diarias que dedica María a las tareas del hogar representan $11.50 por día. En 30 días, representan $345 de trabajo no remunerado. Este cálculo pone en evidencia el valor económico del trabajo invisible que sostiene gran parte de la vida familiar y productiva.
Pero no es solo dinero que no entra, también es tiempo que no se utiliza en mejorar el negocio, formarse, recrearse o descansar. Arlen López, quien también es empresaria MYPE, ya vivió esta experiencia.
Ella tiene una clínica de fisioterapia que ha hecho crecer hasta operar en dos sucursales y ahora aspira a abrir una tercera. Este avance no fue de la noche a la mañana: es el fruto de más de una década de trabajo, noches en vela y muchos sacrificios.
Arlen recuerda que cuando sus hijos eran pequeños, tuvo que sacrificar varias oportunidades de trabajo y, aunque ella nunca lo vio como una carga, sí reconoce que atender las actividades de su hogar le impidió dedicar más tiempo a su negocio.
“No puedo contar la cantidad de ferias a las que no pude asistir, porque no tenía quien cuidara a mis hijos, porque no tenía el dinero para montar el stand o porque no tenía dinero para alquilar un picap para llevar las cosas”, recuerda.
Su historia no es única. Es el reflejo de un modelo económico que descansa en mujeres que asumen una doble carga laboral y obtienen, sin embargo, poco reconocimiento
Las redes de apoyo como solución
Pese a todo, las empresarias buscan soluciones: integran el negocio al hogar, recurren a familiares o comparten tareas con vecinas. Estas soluciones, sin embargo, son difíciles de sostener por los costos y los horarios.“Solo puedo vender fruta cuando mi hermana está en la casa, porque ella me ayuda a cuidar a los niños y con las tareas del hogar”, asegura María.
Según el informe citado, sólo el 18.8% de los empresarios MYPE encuestados afirma que sí cuenta con algún servicio de cuidados disponible; 58.8% afirma que no hay ninguno disponible en su zona. Entre quienes sí conocen esos servicios, las principales barreras son la falta de confianza en los encargados, con 38.5% y el costo con 38.1%.
En cuanto a las necesidades, las empresarias solicitan sobre todo guarderías (46%), servicios para adultos mayores (30.7%) y apoyo psicológico (29.4%).
Un 58.8% de empresarios MYPE responden que no tiene servicios de cuidado en las cercanías de su comunidad o lugar de trabajo, 22.3% manifiesta no saber y solo 18.8% afirma que sí cuenta con algún servicio disponible. Este punto de partida revela un escenario de relativamente baja cobertura e información incompleta sobre la disponibilidad real de servicios de cuidado.
Esta demanda no es solo una necesidad social: es una oportunidad económica y humana. Crear guarderías comunitarias con horarios extendidos, de 6 de la mañana a 7 de la noche, en barrios donde laten miles de microempresas, permitiría liberar horas que hoy se pierden.
Pero más que horas, se devolvería tiempo para soñar: tiempo para que María pueda buscar nuevas ferias, para que Arlen explore una tercera sucursal, para que otras mujeres puedan capacitarse, recrearse y descansar sin sentir que traicionan a su familia. Invertir en cuidados es, en definitiva, invertir en vidas que sostienen la economía. Es apostar por comunidades más prósperas, productivas y llenas de esperanza.