Fotografía: Félix Ventura, microempresario.
Son casi las once de la noche y una joven emprendedora, a quien llamaremos Ana Morales, revisa desde su celular los pedidos del día. En su pequeña panadería de Santa Tecla, las luces ya están apagadas, pero su negocio sigue vivo en la pantalla: mensajes en WhatsApp, reacciones en Facebook y solicitudes de nuevos clientes. Afuera, el silencio contrasta con el ruido digital.
Esta escena cotidiana refleja la realidad de miles de MYPE salvadoreñas. Están conectadas, tienen visibilidad y buscan constantemente ese «like» o ese nuevo cliente, pero permanecen lejos de una verdadera transformación. En El Salvador, ocho de cada diez MYPE utilizan WhatsApp o Facebook, mostrando una actividad superficial prometedora, con catálogos en línea y promociones constantes. Sin embargo, los datos del Observatorio MYPE revelan un dato contradictorio: casi la mitad —el 47.8%— no ha digitalizado ningún proceso interno y solo el 5.9% ha incorporado inteligencia artificial en sus operaciones. La mayoría de los empresarios usan redes sociales únicamente como herramienta comercial, pero estar en redes no es lo mismo que ser digital. Muchas empresas se han quedado en la superficie: venden, pero no gestionan digitalmente sus inventarios, finanzas o atención al cliente. El resultado es un avance visible, pero limitado, que no siempre se traduce en una mejora real de la productividad.

Como explica Félix Ventura, empresario MYPE y director de Grupo Orgánica, “el que no aparece en redes, es como que no existe”. Pero él mismo reconoce que ese es solo el primer paso. Lo que vino después marcaría una transformación más profunda.
Productividad baja: el precio de digitalizar solo la vitrina
El informe más reciente del Observatorio MYPE muestra que las MYPE destinan más del 70% de su valor agregado a salarios, pero su rentabilidad efectiva sigue siendo baja —con un excedente bruto de explotación de apenas 15.6%. La razón no siempre está en la falta de esfuerzo, sino en la ineficiencia de procesos que podrían automatizarse.
Solo el 3.8% usa sistemas de gestión de clientes (CRM) y menos del 3% aplica herramientas de ciberseguridad. Dos de cada tres negocios aún operan exclusivamente en efectivo; estos factores limitan su escalabilidad y formalización.
En ese contexto, el paso que dieron Félix y su equipo hace cinco años adquiere una relevancia especial. Mientras muchos intentaban responder mensajes a toda hora, Grupo Orgánica optó por ir más lejos: integrar un asistente virtual de inteligencia artificial capaz de atender consultas, procesar imágenes y ofrecer recomendaciones personalizadas de productos.
De la atención al cliente a la inteligencia operativa
Félix recuerda los primeros meses de la pandemia de 2020 como un punto de inflexión. “Nos dimos cuenta de que después de las cinco de la tarde los clientes seguían escribiendo, y nosotros seguíamos contestando hasta las once de la noche”, relata. “Ahí comprendí que necesitábamos un agente que trabajara las 24 horas del día, los 7 días de la semana, que atendiera con amabilidad y nos permitiera liberar tiempo.”
El proceso no fue inmediato. Al principio, el bot confundía mensajes y hasta ofrecía descuentos sin autorización. Pero la persistencia dio frutos. “Buscamos un proveedor que entendiera nuestra locura —ríe Félix—, y desarrollamos un sistema que no solo vendía, sino que también era capaz de procesar imágenes de las plantas y detectar deficiencias nutricionales. Ese fue el verdadero cambio.”
Hoy, tres años después, su asistente virtual atiende a clientes a cualquier hora. “Hemos tenido ventas generadas a las tres de la mañana”, cuenta orgulloso. “Lo más importante es que el bot habla el mismo lenguaje que nosotros y resuelve problemas reales.”
Más allá de la anécdota, el caso de Grupo Orgánica ilustra un patrón: las empresas que incorporan IA no solo mejoran la atención al cliente, también ganan tiempo y eficiencia. Mientras solo el 5.9% de las MYPE la usa, aquellas que lo hacen reportan una productividad significativamente mayor, sobre todo las pequeñas cuyos propietarios han cursado más años de educación técnica o superior.
Cómo empezar: lecciones desde la experiencia
Félix lo resume en una frase: “No se trata de tecnología por tecnología, sino de resolver problemas reales de tu negocio.” Esa mentalidad marca la hoja de ruta para quienes quieren avanzar:
Identificar el cuello de botella.
No todo debe digitalizarse al mismo tiempo. En el caso de Grupo Orgánica, el problema era el tiempo perdido respondiendo consultas repetitivas. Cada empresario debe preguntarse: ¿qué proceso me consume más tiempo sin generar valor?
Explorar soluciones accesibles.
La tecnología ya no es privilegio de grandes corporaciones. Existen herramientas gratuitas o de bajo costo para automatizar la atención, la facturación o el control de inventario. Aunque el 30% de los empresarios menciona el costo como obstáculo, casi el 40% reconoce que la verdadera barrera es el desconocimiento.
Aprender y probar.
Solo el 14% de las MYPE usa herramientas digitales para capacitarse. Félix, en cambio, aprendió de manera autodidacta: “Todo lo que hemos hecho ha sido prueba y error. Pero uno aprende y termina integrando lo mejor de cada intento.”
Medir resultados.
El cambio digital debe reflejarse en tiempo ahorrado, errores reducidos o ventas incrementadas. “Cuando el bot empezó a concretar ventas solo —cuenta Félix— supe que la inversión se pagaba sola.”
Más allá del marketing: una transformación cultural
Hoy, mientras su asistente virtual responde preguntas y agenda pedidos automáticamente, Félix puede concentrarse en innovar productos y fortalecer su marca. Lo que para muchos parece ciencia ficción, en Grupo Orgánica es ya una rutina. Su historia demuestra que la transformación digital no comienza con una gran inversión, sino con una decisión: atreverse a cambiar.
Los datos acompañan el optimismo: el 62% de las MYPE reconoce que la digitalización puede aumentar su visibilidad, y el 17% la ve como una vía directa para mejorar la productividad. La oportunidad está abierta. Pero el verdadero desafío no es tecnológico, sino cultural.

Como concluye Félix Ventura: “El obstáculo está en la mente. Si uno se lo cree y se prepara, puede lograr un cambio positivo en su empresa e incorporar estas herramientas digitales.”
La lección es clara: la verdadera revolución comienza desde dentro. Cuando los empresarios cambian su forma de pensar, todo lo demás cambia. La tecnología es solo una herramienta; la diferencia la hace la visión. Solo quienes se atreven a innovar con propósito lograrán que su esfuerzo se traduzca en valor, y su visibilidad, en prosperidad.