En un giro irónico del destino, las Micros y Pequeñas Empresas (MYPES) de El Salvador, a menudo desdeñadas y relegadas al olvido por políticas públicas pasadas y tomadores de decisiones, emergen como la espina dorsal silenciosa de la economía salvadoreña. Es curioso, ¿no es así? Un sector que en el pasado ha sido tratado con tal ligereza e indiferencia ahora da trabajo a 7 de cada 10 salvadoreños.
La historia no siguió el guion de los tecnócratas, algo que se ha hecho usual. Las MYPES, que abarcan desde unidades de subsistencia hasta entidades de hasta acumulación ampliada y pequeñas empresas, conforman una vasta y compleja red que, paradójicamente, ha estado evolucionando y dando una nueva forma al panorama empresarial local del país, aún bajo la sombra del escaso reconocimiento.
En un mercado caracterizado por alto nivel de consumo, estimulado por un alto flujo de remesas ($650 millones a $700 millones mensualmente), y una creciente competencia por los nuevos mercados locales creados por la desaparición de las maras, estas empresas no sólo contrarrestan a nivel local la formación de concentración, sino que
también inyectan innovación y vitalidad.
Su contribución al mercado laboral es inestimable, especialmente para aquellos que tradicionalmente luchan por encontrar un empleo local. Un millón de salvadoreños se emplean en el sector de las MYPES. También son un baluarte de inclusión económica de las mujeres, con alrededor del 60% de las MYPES en manos femeninas. En el sector privado formal, apenas se emplean 800,000 personas.
El primer informe «El estado actual de la MYPE 2023: La otra cara de la economía», publicado por El Observatorio MYPE de FUSAl, empieza a visibilizar la problemática, el potencial y desafíos de este sector tan «invisibilizado» y que poco a poco comienza a tener más reconocimiento. Tras años de ser marginados y minimizados, ¿no es hora de que
reconozcamos esa realidad central del nuevo país, un poco paradójica, y que es el papel central que estas empresas juegan en la prosperidad y sobrevivencia de los que menos tienen en El Salvador?
¿No será que las políticas públicas tienen que empezar a ver a este sector, no como parte del problema
por ser «informal», sino como parte esencial de la solución por ser «lo que tenemos»? ¿Es realista pensar que las soluciones vendrán por el lado de la creación sólo de empleo formal vía inversiones externas? Una premisa esencial, en todo este debate, es sin duda reconocer que mayoritariamente somos un país de emprendedores y de empresarios
de la micro y pequeña empresa.
¡Es una de nuestras ventajas competitivas: adaptar los marcos legales para que puedan prosperar,
es vital!
Si queremos frenar la migración, es la creación local a través de las MYPES una de las principales, sino la mejor apuesta que podemos hacer, hoy por hoy. Tal como lo muestra la investigación del Observatorio MYPE, la propensión a migrar disminuye de casi 16% al 6%, cuando se inicia un emprendimiento que tiene un apoyo efectivo. La gente mayoritariamente migra por causas económicas, la solución es la creación de empleo local duradero, y allí las MYPES tienen un rol fundamental que jugar.